El 8 de marzo contado por una familia anfitriona

El viernes 8 de marzo organizaciones y colectivos feministas de distintos territorios convocaron una huelga contra el heteropatriarcado. El objetivo de este feminismo internacional era denunciar las condiciones en las que viven muchas mujeres en nuestras sociedades. Por un lado, se pretendía poner el foco de atención en el reparto desigual de la precariedad, al que da lugar la actual división sexual del trabajo, la brecha salarial o la ética reaccionaria de los cuidados que feminiza, privatiza e invisibiliza muchas de las tareas destinadas a la sostenibilidad de la vida, como los cuidados. Por otro lado, se pretendía denunciar como intolerables la violencia y acoso estructural que sufren las mujeres (migrantes, nativas, lesbianas, bisexuales, heteros, trans, cis, etc.) con el fin de subvertir y acabar con las distintas causas de estas dominaciones, teniendo en cuenta que el heteropatriarcado se entrecruza con otros sistemas de opresión como el racismo, el clasismo, capacitismo, etc.
Este año, al igual que en las convocatorias de huelga feminista que tienen lugar desde 2017, el paro tenía diversos ejes: cuidados, trabajo asalariado, consumo y estudiantil. La intención de esta huelga multidimensional era mostrar que si nosotras paramos, se para el mundo. Si queremos cambiar la sociedad se hace necesario parar y pensar en el mundo que queremos mover, imaginando en común otras formas de buen vivir que no dependan de la explotación, dominación y degradación de otras vidas.

En nuestra casa el apoyo a la huelga fue completo. Llevaba días hablando con Emily, la estudiante estadounidense que he tenido la suerte de conocer por medio del programa, de los motivos para esta huelga internacional. Ella, muy interesada por la lucha feminista y estudiante de ciencias políticas, estaba deseando participar de esta reivindicación.
Esa mañana desayunamos y rápidamente salimos de casa con intención de unirnos a algunas de las actividades y protestas programadas a lo largo del día en Madrid. Nada más llegar a Embajadores nos encontramos con un grupo de mujeres que, ataviadas con sus pelucas de color morado, se disponían a realizar tareas informativas sobre el paro. Acompañamos al piquete a los mercados y tiendas de la zona que, para nuestro agrado, estaban completamente vacías. La huelga de consumo parecía estar teniendo éxito.
En dirección a la plaza de Lavapiés, entre cánticos que solicitaban el cierre de los CIEs (Centros de Internamiento de Extranjeros) y el cese de muertes en las fronteras, un grupo de personas africanas, reunidas en una pequeña plaza, mostraba su apoyo a las demandas coreadas.

Llegamos a la plaza a las 12h y allí asistimos a la lectura del manifiesto. Cada vez había más mujeres a nuestro alrededor. Emily sacó su pañuelo verde, el emblema de la lucha argentina a favor del aborto, y se lo colocó cubriendo su cabello.
A continuación nos dirigimos al centro autogestionado la Eskalera Karakola, uno de los puntos de cuidados habilitados por toda la ciudad. Al poco tiempo llegarían los chicos que se harían cargo de cuidar a los peques y de cocinar para que las mujeres que querían hacer huelga de cuidados no tuvieran impedimento para llevarla a cabo. Estas acciones dan cuenta de la transformación del concepto de huelga propuesto por los feminismos. Va más allá de comprender el paro simplemente vinculado a las tareas productivas y pone el foco también en aquellas tareas destinadas a la sostenibilidad de la vida, que han sido tradicionalmente desarrolladas por mujeres. Estos chicos, como tantos otros que participan en grupos de nuevas masculinidades, intentan ser conscientes de sus privilegios y están tratando de poner en cuestión la división sexual del trabajo.
Al poco tiempo llegan las compañeras que han hecho la bicihuelga recorriendo las calles de Madrid desde las 8h, ejerciendo de piquetes sobre ruedas. Aparcan sus bicicletas y nos dirigimos a la plaza Nelson Mandela. A las 14h hay convocado un picnic feminista. En esta plaza (también había actividades en Sol y en la Plaza del Reina Sofía), el lema colocado en una gran pancarta anuncia que “el feminismo será antirracista o no será”. Los temas que se tratarán serán el antirracismo y los cuidados. Una portavoz de la comisión 8 de marzo señala que “somos muchas mujeres trabajando en que el feminismo sea antirracista, que tenga presente las reivindicaciones de todas las mujeres”.
Diferentes colectivos suben al escenario. Las mujeres de Territorio Doméstico, un colectivo que lleva 13 años politizando ollas y delantales, rompen el hielo entonando canciones reivindicativas que visibilizan la importancia de las tareas que sostienen la vida, a pesar de que tradicionalmente se hayan infravalorado. Un claro ejemplo de esta infravaloración es la negativa constante de los gobiernos a reconocer derechos básicos (desempleo, indemnización por despido, bajas por enfermedad,…) a las trabajadoras de hogar. Las integrantes de este colectivo no piensan darse por vencidas hasta que el Estado español ratifique el convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), equiparando sus derechos al del resto de los trabajadores.
A continuación suben al escenario mujeres de la asociación Valiente Bangla, que hablan de su situación de discriminación y enuncian la necesidad de acabar con el machismo pero también con el racismo. Les acompañan en el discurso las portavoces del Movimiento de Acción Política Antirracista MAPA 12N que instan a luchar contra la violencia ejercida contra mujeres migrantes, como los abusos a los que fueron sometidas por sus empleadores las temporeras en los campos de fresas en Huelva.
Mientras las demás activistas se preparan para salir, la cantante Rozalén, acompañada de una intérprete de lenguaje de signos, entona varias canciones.
La Red Solidaria de Acogida (RSA) y un colectivo de mujeres africanas LGTBIQ+ son las siguientes en alzar la voz. La RSA presenta su proyecto y reivindica que “nos queremos vivas, diversas y en resistencia”. Una de las mujeres de la asociación africana, repite el lema de “nos queremos vivas” y pide un minuto de silencio por las muertas en el mar mediterráneo. Toda la plaza se queda muda y, al cabo de un minuto, la activista –visiblemente emocionada— nos da las gracias a las presentes.
Después de este sobrecogedor momento, sube al escenario la espectacular cantante de Freedonia, que entona canciones a favor de la libertad y la igualdad. Muchas de las allí presentes acompañan a la cantante con el puño en alto, símbolo de la lucha por los derechos civiles que también está presente en el emblema de la lucha feminista.
Cierran el acto las Brujas Migrantes, un colectivo de mujeres migrantes, que lleva a cabo una divertida actuación contra los discursos xenófobos, racistas y machistas.

Emily y yo nos sentamos entonces en la plaza y nos acomodamos para comer una ensalada que habíamos preparado en casa la noche anterior. Analizando las actividades que habíamos presenciado, me comentaba las diferencias entre estos actos políticos y los llevados a cabo por el movimiento feminista estadounidense, en particular en las Women’s March. Encontraba muy potente las acciones que estábamos realizando en Madrid, contando en los escenarios con activistas de base y no con mujeres célebres que no participan habitualmente en las luchas cotidianas de los colectivos feministas. Respecto a los discursos le sorprendió que no se usara el término “feminismo interseccional” ya que, a su juicio, todas las intervenciones tenían en cuenta la articulación entre machismo, racismo y clasismo.

Al terminar de comer, nos dirigimos a la plaza de Reina Sofía. Emily se encontró allí con Sarah, una gran amiga del instituto que también está en Madrid en estas fechas. Sarah decidió unirse a nosotras, que habíamos quedado con las compañeras de la Red Solidaria de Acogida y nuestras aliadas de Territorio Doméstico para acudir juntas a la manifestación.
El punto de encuentro fue la calle Argumosa, una de las arterias del barrio de Lavapiés. A las 18h ya estábamos todas juntas. Desplegamos nuestras pancartas con el lema “Derechos para todas las mujeres” y “Un gol contra el patriarcado ¡Huelga de cuidados!” y comenzamos nuestra marcha.
Al llegar al Paseo del Prado, a la altura del centro social La Ingobernable, la cantidad de gente que nos encontramos ya hacía sospechar que esta manifestación superaría incluso la del año pasado, que había supuesto un hito histórico del movimiento feminista madrileño. La emoción estaba en el aire. La manifestación estaba convocada para las 19h pero una hora antes las calles estaban abarrotadas.
Nos incorporamos a la marcha y caminamos al paso lento que permitía la gran aglomeración. Avanzábamos poco a poco al ritmo de cánticos sobre el empleo de hogar, los cuidados y la situación de mujeres migrantes. Estas canciones—versiones de temas populares— los intercalábamos con otras consignas que iban sonando a nuestro alrededor: “Sola, borracha, quiero llegar a casa”, “Con ropa, sin ropa, mi cuerpo no se toca”, “No es no; y lo demás es violación”, “Patriarcado, racismo y capital: alianza colonial”, “Madrid será la tumba del machismo”… o la canción (con baile incorporado) que compartimos con el movimiento feminista que tiene lugar en américa latina: “abajo el patriarcado se va a caer; arriba el feminismo que va a vencer”.

El tiempo iba pasando y llegamos a la Gran Vía. Eran las 21h de la noche y todavía estábamos en las calles, la emoción no decaía. A la altura de la calle Fuencarral nos encontramos con la batucada que hacía sonar los tambores como si se tratara de un grito de batalla.
Llegamos a Plaza de España a las 22h. Habíamos llegado al fin del recorrido de la manifestación. No obstante, sabíamos que la lucha feminista no cesaba allí. Volvimos a casa hablando sobre el feminismo internacional, las movilizaciones que tuvieron lugar en otros territorios, convencidas de que la revolución es ya imparable.

Sara Ferreiro, familia anfitriona

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